Autor: Laotze De Abreu

  • Convierte lo que tienes en parte de ti repitiéndolo

    Aunque sabemos que el fuego quema, extendemos nuestros dedos para alcanzar las llamas.

    Sabemos que algo posee un efecto negativo en nosotros, en aquello que nos importa, u otra que podría tener un efecto positivo. A pesar de saber, fallamos al actuar sobre estas nociones. ¿Por qué ignoramos las cosas en las que creemos?

    Para hacer parte de nosotros algo, sea un a habilidad, conocimiento u otro recurso, debemos usar la repetición para cerrar la brecha que existe entre lo que sabemos y su entendimiento, donde la separación es creada por inexperiencia, ambigüedad, o desgaste.

    El problema de la repetición

    Repetir puede ser tedioso.

    No soy un gran fan de releer, o mirar de nuevo una serie o una película.

    Cuando nos encontramos por primera vez con una trama, todo es posible; el héroe podría corromperse, el insignificante personaje secundario podría ser el titiritero moviendo la narrativa principal desde las sombras, los muertos podrían no estarlo, cada detalle podría ser una diminuta pista dejada por el creador acerca de lo que está por venir.

    Como resultado, no soltamos el libro; vemos un capítulo más.

    A pesar de esto, una vez la historia finaliza, los personajes y eventos están fijados, no pueden tomar un camino diferente.

    La magia parece desaparecer.

    Una parte de nosotros

    Pese a esta impresión, la repetición es inevitable si queremos convertir algo en parte de nosotros, es decir, que venga de manera natural su uso.

    Al escribir, podemos reconocer la elegancia con la que un mensaje llega, su claridad, cuán ingenioso es el arreglo de las palabras, y cuán astuto es hacer que los lectores descubran por ellos mismos lo que tú sutilmente has presentado como escritor.

    Identificar esas habilidades es un gran comienzo.

    Sin embargo, evocarlos requiere de práctica, ensayo y error, requiere que encontremos lo que funciona y lo que no, y hacer esto una y otra vez. En algún punto vendrá a nosotros instintivamente.

    Estamos dibujando una línea entre saber y entender.

    Úsalo, o piérdelo

    Tenemos que hacer algo con lo que tenemos: una habilidad, un conocimiento, u otro recurso.

    De otra forma, como una planta que no ha sido regada, perderá fuerza y perecerá.

    La comida se pone rancia,

    las hojas pierden filo,

    las mentes se estancan,

    las habilidades de oxidan,

    las ideas se apagan.

    ¿Qué utilidad tendrán si nunca son usadas?

    ¿De qué sirven si, cuando se necesitan, no están aptas?

    Repetir nos permite estar frescos, afilados, activos. Emplear lo que tenemos abre nuestros ojos a contexto, proporciones, y detalles complejos. Cuando estemos frente a un reto, podemos reconocer patrones y obtener soluciones desde nuestros propios recursos.

    Misma historia, diferentes ojos

    Cualquier cosa sería tediosa en los ojos equivocados; cualquier cosa tendría belleza en los correctos.

    La historia no cambiará sus palabras ni su cierre. Aun así, su magia permanece, dado que no es la misma historia ni nosotros la misma persona.

    Nuestra experiencia ha cambiado. Las palabras que alguna vez sonaron dulces se vuelven amargas, sabiendo que hay traición detrás de ellas. La tragedia y desesperación de los personajes magnifican su inminente victoria. La línea entre blanco y negro, correcto y errado, bien y mal, es mucho más difícil de diferenciar.

    Nuestra familiaridad con la historia nos permite profundizar nuestro entendimiento de su mundo y forjar lazos más fuertes con sus personajes e ideas.

    Usa lo que tienes

    No ignoramos lo que sabemos; simplemente está oxidado, verde, o nublado por circunstancias.

    Para hacer algo parte de nosotros, necesitamos usarlo. Tenemos que hacer esto no solo una vez, sino reiterar en la misma actividad, habilidad, lección, o concepto.

    Hay belleza en el ciclo de olvidar y redescubrir. Olvidamos incluso si es simple, a veces esa es la razón de que suceda. Entonces nos topamos con una curiosa sensación: algo que no es nuevo, pero tampoco familiar.

    Haz algo con lo que tengas, una y otra vez, y disfruta de los pequeños pedazos que redescubres.

  • ¿Podemos dejar de ser nosotros?

    ¿Quién eres?

    Piensa un personaje. Puedes ser tú mismo, o tomar prestado alguno de un libro, película o cualquier otro sitio. ¿Cuánto podemos alterar las sus historias manteniendo su esencia? ¿Podría Harry Potter ser Harry Potter si nunca hubiese asistido a Hogwarts? ¿Qué tal si nunca se hubiese hecho amigo de Ron? Estoy seguro de que puedes inventar tus propios ejemplos.

    Ahora pregunto, ¿por cuánto tiempo seríamos las mismas personas si comenzáramos a añadir y remover piezas de nosotros?

    Entre todos nuestros elementos dinámicos, existe un producto de nuestra singular biología, nuestra historia, y la narrativa con la que entrelazamos todo. Imagínalo como el tronco de un árbol que provee fuerza y estructura al todo. Esa es una parte del ser único que menciono en ‘Las sutiles restricciones que casi nunca consideramos‘.

    La idea suena bizarra, ¿pero puede un pez ser sin un océano? ¿Podemos capturar un río y guardarlo en un recipiente? ¿Podemos dejar de ser nosotros mismos? ¿Qué sucede con ese núcleo cuando nos alejamos? Quizá la rama está tan alejada del tronco que deja de recibir los nutrientes que necesita. O peor, la rama puede haberse roto.

    Deberíamos preguntarnos la razón del alejarnos de nosotros mismos. ¿Puede ser una satisfacción momentánea, o la evasión de un horror apremiante? ¿Vale la pena renunciar a una parte esencial de nosotros? Podríamos no estar pensando en absoluto.

    Sin importar la relevancia de la causa, el final de una margarita puede venir del ahogo o la sed. Antes de darnos cuenta, la conexión se ha ido. La calidez y el brillo del sol nos han dejado ciegos. La adversidad ha vuelto nuestra piel sensible en piedra. Un bocado amargo ha matado nuestro apetito. Una dulce fragancia se ha escapado de nosotros. Un armonioso sonido se ha transformado en una ensordecedora cacofonía. Sí, aquí estamos. Sin embargo, no lo estamos.

    Tenemos la oportunidad de reconectar con nosotros otra vez. La rama puede brotar raíces y conseguir una nueva fuente de nutrientes. Podemos restaurar estos sentidos quemados. Puede que el proceso sea lento, torpe, e intimidante. Sin embargo, podemos degustar vez la acidez de una fresa, oír el resonar de una campana, la suavidad de nuestra ropa, el aroma de granos de café recién molidos, y ver el tenue color del atardecer.

    La clave para mantener nuestra esencia es el asombro. Necesitamos estar atentos a aquello que disfrutamos, aquello que nos atemoriza, atentos a los momentos donde nos sentimos bien, aquellos donde nos sentimos mal, y la razón para etiquetarlos de esa manera. Tenemos que convertirnos en expertos de nosotros mismos. No dejes de hacerte preguntas, incluso si crees conocer la respuesta, tú mismo podrías sorprenderte.

    Volviendo a la pregunta inicial, ¿quién eres?

  • Solidez mental inspirada por zapatos

    No le damos importancia a los zapatos, pero ellos son aquellos que nos mantienen alejados de las adversidades desconocidas de nuestros alrededores, de lo inesperado.

    Cuando paramos a considerar la función que cumplen, no podemos evitar preguntarnos: ¿Dónde están los zapatos para nuestra mente?

    Las amenazas de la que nos protege tal prenda no rasguñan nuestra piel ni causan ampollas. Ella es mucho más sutil, razón por la cual la hace más grave.

    Un aparente objeto común

    Nos los ponemos todos los días sin pensar mucho, y los damos por sentados. Sin embargo, los zapatos son una forma de explorar el mundo sin preocuparnos por todas aquellas dificultades que están por venir.

    El antagonista no importa; sean púas, rocas, animales, lodo, arena, o agua. Estaremos bien protegidos.

    Qué locura sería pretender romper cada piedra, aplanar cada colina, secar cada charco, para dar un paseo.

    ¿Qué tal si aplicamos el concepto de un zapato a enemigos más abstractos?

    Zapatos Mentales

    La mente tiene sus propios peligros.

    Miedo, ansiedad, ira, resentimiento, deseos, trampas naturales creadas por el mundo, y aquellas donde nosotros somos los creadores.

    Si aplanar cada colina parecía absurdo, ¿qué podríamos pensar de extinguir cada deseo? ¿No sería tonto nunca sentir miedo?

    Encontramos nuestra respuesta en zapatos. En vez de protegernos de daño físico, estos zapatos mentales nos asegurarían que, sin importar lo que pueda cruzarse en nuestro camino, lo superemos.

    An admirable mind

    El equivalente práctico de unos zapatos mentales sería una mente sólida.

    Bajo ningún concepto está exonerada de derrotas, pero es resiliente.

    Es propensa a enfermedad, pero siempre está en la búsqueda de una cura.

    Al ahogarse, aprender a nada por necesidad.

    Las llamas la consumirán, pero volverá de las cenizas.

    Al perderse, sabe cómo encontrarse a sí misma.

    A pesar de cualquier charco, colina, roca, o púa, se adapta. Debemos desarrollar dicha solidez. Nuestras predicciones son tan certeras como aquel lugar donde afirmamos que caerá un rayo. No podemos estar seguros, tampoco tenemos que estarlo. La única forma es prepararnos y aprender a medida que avanzamos.

    Ser nuestros diseñadores y sastres

    Cada uno de nosotros tiene una diferente naturaleza, bendiciones, y maldiciones.

    Para vivir, necesitaremos diferentes atributos. Algunos de nosotros necesitaremos endurecernos, otros tornarnos más suaves. Dado que no contamos con la opción de comprar una nueva mente, tendremos que ser nuestro propio diseñador. Seremos los que hacen las puntadas, los que determinan si están bien o mal.

    Encontraremos inspiración de autores, películas, personas, experiencias, historias, y lo que sea que encontremos significativo. Tenemos toda nuestra vida para tomar ideas, y crecer.

    En última instancia, la responsabilidad de estar bien equipados y estar a la altura del reto reside en nosotros.