Raramente pensamos acerca de todas las restricciones con las que vivimos.
“¿Cómo obtenemos tal libertad?” Fue la pregunta que persistió desde que me crucé con el video de Aurora “Cure for me”.
Lo que resaltó es la remarcable demostración de personalidad sin restricciones: el baile, máscaras, el uso del color, especialmente los gestos excéntricos.
Existe cierta ligereza en ella, de allí las ansias por comprender completamente la fuente.
Cuánto nos podríamos beneficiar de una mayor expresión, de la abolición de limitaciones que pasan desapercibidas, nuestro arte de perspectivas frescas y audaces. Sin embargo, ¿realmente estaríamos mejor sin ningún peso?
Contestando la pregunta
La ligereza que buscamos entender no está relacionada con la imitación de una personalidad llamativa ni extravagante, sino con encontrar nuestra naturaleza única.
En vez de cubrirnos con más, tal expresividad vendrá a raíz de despojarnos de las restricciones construidas por el tiempo, el mundo, memorias, elecciones, experiencias, y nosotros mismos.
Nuestro rol debe alinearse con el escultor de piedra, a diferencia de un pintor. En lugar de tomar un lienzo en blanco y aplicar color tras color, debemos cincelar y dar forma a la roca de acuerdo con la visión que tenemos.
Soltar, no aferrar.
¿Dónde terminamos y el resto comienza?
En este acto de descarga, estamos frente a una pregunta peculiar.
¿Cómo sabemos qué parte de la roca debe ser tallada?
¿Qué parte de nosotros es la auténtica?
¿Qué debe ser removido?
¿Qué debe permanecer?
Restricciones
Considera las restricciones como el vidrio que provee forma y estructura al agua. Ellos nos hacen inclinarnos por un comportamiento y manera de ser particular.
Algunos son exigidos, otros autoimpuestos.
Algunas convenciones son favorables, otras nocivas.
Estas últimas pueden hacernos marchitar y negar el espacio que las ideas tienen para prosperar. Las restricciones afectan nuestros resultados, de la misma forma que un árbol doblaría su forma si encuentra algún obstáculo al crecer.
Aquí es cuando se quiere audacia, dado que las restricciones no están escritas en piedra. Necesitamos desafiar ideas y conceptos preestablecidos. La cantidad de audacia es algo que debemos aprender a ajustar.
Sin embargo, estar completamente encadenado probaría ser tan poco práctico como ser tan ligero que no podamos caminar sobre el suelo.
Escoge tus restricciones sabiamente
Somos escultores, por ningún motivo querríamos tener un montón de escombros, tampoco un bloque de roca sólido y sin refinar.
Nuestro arte y nosotros podemos disfrutar de perspectivas nuevas e ideas inauditas, de la misma forma que podemos encontrar utilidad en el orden, procedimientos, estructuras y convenciones.
Todos tenemos que estar de acuerdo en algunas cosas:
letras para expresar palabras,
palabras para párrafos,
párrafos para ensayos,
ensayos para transmitir ideas,
incluso si tal tarea resulta más difícil de lo que aparenta a pesar de coincidir en significado.
Existen restricciones que mejorarán, en vez de reducir, siempre y cuando sepamos cuál es el resultado que deseamos. Es así que nuestro propio juicio juega un papel crucial en el asunto.
Nuestra intuición, gusto, estándares, experiencias, y elecciones son ejemplos de elementos que dan forma a lo que hacemos, y lo hace único.
A pesar de ellos, su aplicación, o ausencia, debe ser una decisión deliberada.
Considera la forma que quieres crear
Tienes frente a ti un bloque de roca.
¿Lo dejarás intacto, natural y crudo?
¿Serviría mejor como escombros para material de construcción?
¿Deberíamos dar el salto y decidir desvelar una forma en la piedra?
Como sucede con nosotros, nuestro arte, y tal bloque, nuestra intención es lo que representa una brújula en el mar de infinitas opciones.
Debemos pensar en la existencia de nuestras restricciones, nuestras decisiones, memorias, experiencias y entorno. Una vez estemos conscientes de su presencia, de su peso, recae en nuestras manos
desafiarlas,
aceptarlas,
jugar con ellas hasta obtener una forma y encanto que imaginamos en nuestra mente,
y entonces obtener ligereza.
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