Aunque sabemos que el fuego quema, extendemos nuestros dedos para alcanzar las llamas.
Sabemos que algo posee un efecto negativo en nosotros, en aquello que nos importa, u otra que podría tener un efecto positivo. A pesar de saber, fallamos al actuar sobre estas nociones. ¿Por qué ignoramos las cosas en las que creemos?
Para hacer parte de nosotros algo, sea un a habilidad, conocimiento u otro recurso, debemos usar la repetición para cerrar la brecha que existe entre lo que sabemos y su entendimiento, donde la separación es creada por inexperiencia, ambigüedad, o desgaste.
El problema de la repetición
Repetir puede ser tedioso.
No soy un gran fan de releer, o mirar de nuevo una serie o una película.
Cuando nos encontramos por primera vez con una trama, todo es posible; el héroe podría corromperse, el insignificante personaje secundario podría ser el titiritero moviendo la narrativa principal desde las sombras, los muertos podrían no estarlo, cada detalle podría ser una diminuta pista dejada por el creador acerca de lo que está por venir.
Como resultado, no soltamos el libro; vemos un capítulo más.
A pesar de esto, una vez la historia finaliza, los personajes y eventos están fijados, no pueden tomar un camino diferente.
La magia parece desaparecer.
Una parte de nosotros
Pese a esta impresión, la repetición es inevitable si queremos convertir algo en parte de nosotros, es decir, que venga de manera natural su uso.
Al escribir, podemos reconocer la elegancia con la que un mensaje llega, su claridad, cuán ingenioso es el arreglo de las palabras, y cuán astuto es hacer que los lectores descubran por ellos mismos lo que tú sutilmente has presentado como escritor.
Identificar esas habilidades es un gran comienzo.
Sin embargo, evocarlos requiere de práctica, ensayo y error, requiere que encontremos lo que funciona y lo que no, y hacer esto una y otra vez. En algún punto vendrá a nosotros instintivamente.
Estamos dibujando una línea entre saber y entender.
Úsalo, o piérdelo
Tenemos que hacer algo con lo que tenemos: una habilidad, un conocimiento, u otro recurso.
De otra forma, como una planta que no ha sido regada, perderá fuerza y perecerá.
La comida se pone rancia,
las hojas pierden filo,
las mentes se estancan,
las habilidades de oxidan,
las ideas se apagan.
¿Qué utilidad tendrán si nunca son usadas?
¿De qué sirven si, cuando se necesitan, no están aptas?
Repetir nos permite estar frescos, afilados, activos. Emplear lo que tenemos abre nuestros ojos a contexto, proporciones, y detalles complejos. Cuando estemos frente a un reto, podemos reconocer patrones y obtener soluciones desde nuestros propios recursos.
Misma historia, diferentes ojos
Cualquier cosa sería tediosa en los ojos equivocados; cualquier cosa tendría belleza en los correctos.
La historia no cambiará sus palabras ni su cierre. Aun así, su magia permanece, dado que no es la misma historia ni nosotros la misma persona.
Nuestra experiencia ha cambiado. Las palabras que alguna vez sonaron dulces se vuelven amargas, sabiendo que hay traición detrás de ellas. La tragedia y desesperación de los personajes magnifican su inminente victoria. La línea entre blanco y negro, correcto y errado, bien y mal, es mucho más difícil de diferenciar.
Nuestra familiaridad con la historia nos permite profundizar nuestro entendimiento de su mundo y forjar lazos más fuertes con sus personajes e ideas.
Usa lo que tienes
No ignoramos lo que sabemos; simplemente está oxidado, verde, o nublado por circunstancias.
Para hacer algo parte de nosotros, necesitamos usarlo. Tenemos que hacer esto no solo una vez, sino reiterar en la misma actividad, habilidad, lección, o concepto.
Hay belleza en el ciclo de olvidar y redescubrir. Olvidamos incluso si es simple, a veces esa es la razón de que suceda. Entonces nos topamos con una curiosa sensación: algo que no es nuevo, pero tampoco familiar.
Haz algo con lo que tengas, una y otra vez, y disfruta de los pequeños pedazos que redescubres.
Deja una respuesta