Había una llovizna afuera. Debería posponer el entrenamiento. Después de un tiempo no había ninguna gota cayendo, así que agarré mi sudadera solo por si a caso, y salí. En medio de la rutina, la lluvia volvió. No pensaba parar, el suéter me daba algo de protección. Sin embargo, cuando las gotas empezaron a caer cada vez más rápido, una pregunta cruzó mi mente: ¿Qué tan buena idea es esta idea? Una pregunta difícil de responder. Existía cierto atractivo en la idea de mantenerse determinado y continuar el ejercicio sin importar el obstáculo. Pero, si me enfermo, perdería mucho más progreso. Esto me hizo plantearme una pregunta. Cuando tenemos una idea, meta, o un deseo, ¿qué tan lejos deberíamos ceñirnos a ella? ¿Cuándo deberíamos dejarla? ¿Dónde dibujamos la línea?
Cuando persistir
Encontraremos obstáculos en cualquier cosa que queramos conseguir. Desde probabilidades en nuestra contra, el sentir que no progresamos, la suerte cambiando las condiciones para las cuales planificamos, incertidumbre, o incluso la incomodidad de hacer algo nuevo. Tales dificultades son tan parte del camino como los momentos dulces, debemos aprender a experimentar los dos por igual. Al encontrar adversidades, no debemos desistir, sino buscar una manera de vencerlas. Es entonces cuando nos adaptamos, enfrentamos ambigüedad, nos convertimos en principiantes, o esperamos pacientemente por señales de progreso. Nuestra motivación es lo que nos da la fuerza para sobreponernos a las barreras. ¿Por qué estamos haciendo esto? ¿Qué esperamos conseguir? La clave es entender qué nos hace seguir en los días lluviosos.
Cuando desistir
¿Qué sucede cuando no comprendemos lo que alimenta la llama que nos mantiene cálidos cuando el viento sopla? ¿Cuándo fue la última vez que paraste a pensar acerca de tu motivación y cuestionar si todavía sientes que tiene sentido? Estamos frente a un tipo de obstáculo diferente; no viene derribando ninguna puerta, sino que comienza a corroer desde adentro. No estamos en contacto con lo que representa los cimientos de nuestra meta. Debemos considerar dejar esta meta cuando perdemos el propósito detrás de nuestros esfuerzos. Quizá aún está en algún lado, o podemos encontrar nuevos motivos para ceñirnos a nuestro objetivo. Quizá descubramos que seguir adelante es más sabio.
Hay más de dos opciones
Las razones que tenemos son aún relevantes, pero sentimos que el camino no está bien; nos sentimos frustrados cuando intentamos mejorar y no hay resultados, tenemos una gran idea, pero no podemos expresarla o ejecutarla. Se siente como si estuviéramos golpeando nuestras cabezas contra una pared, y esos ladrillos no parecen moverse. Incluso, tal meta podría sentirse tan importante, llena de restricciones y presión, que perdemos nuestra habilidad para divertirnos, para disfrutarla. No cambiamos lo que queremos, sino que hacemos pequeños cambios en el cómo lo estamos intentando. Hay muchos elementos que afectan el resultado de nuestras acciones. Mantenemos lo que funciona y revisamos el resto. Disfruta del esfuerzo tanto como del logro, y adapta el proceso a tu naturaleza única.
Mantente en contacto con tu motivación
La próxima vez que te preguntes si dejar o persistir en alguna actividad, examina de dónde viene la dificultad. Habrá aspectos externos que influenciarán lo que sea que hagamos, inherentes obstáculos. Pero estos son tan importantes como nuestra meta final. Por otro lado, perder el contacto con nuestra motivación ocurre de manera natural: las cosas siempre están cambiando, incluso nosotros mismos. Sin embargo, si estamos satisfechos solo con el seguir por inercia, en algún punto sentiremos que algo está mal. Refresca tus razones para hacer lo que haces todos los días. Si no hay ninguna, debemos crearla. No me mantuve en la lluvia, busqué refugio hasta que pudiera continuar.
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