Todos hemos sentido el anhelo por más tiempo.
Para terminar de leer, cocinar, jugar, o cualquier cosa que no pudimos encajar en nuestro itinerario.
Hay dos extremos en este espectro.
Por un lado, la persona que es perezosa o está en desidia. “Habrá mucho tiempo para hacerlo en el futuro”, entonces el futuro viene y nos damos cuenta de nuestro error.
Por el contrario, alguien trata tan fuerte como puede de hacer en una sola hora demasiado, controlar cada variable posible. Se puede decir que usa todo el tiempo que tiene, ¿pero cuánto es disfrutado? La percepción del tiempo se convierte en un problema dado que no sabemos cuánto tenemos disponible, o intentar estrujar cada segundo frustra su propósito. Lo que está en riesgo es el mal uso de un recurso que no podemos recuperar.
El Arquetipo de la Desidia
Hay muchas comodidades: un cálido sofá, un interminable feed de imágenes y videos personalizado a nosotros, una vasta fuente de información, sobre todo, el internet, tal que cada pregunta o curiosidad puede ser extinguida casi inmediatamente.
Entonces tenemos la cosa que necesitamos terminar; reconocemos que existe algo de valor en ella, pero requiere de esfuerzo. Si consideramos al tiempo como abundante, podríamos luchar con eso después, ¿cierto?
Es entonces cuando elegimos la comodidad. Seguimos eligiendo la comodidad hasta que nos damos cuenta de que no hay más tiempo. La oportunidad puede estar aún al alcance de nuestras manos, o perdida para siempre.
El problema es una percepción poco realista de cuánto tiempo tenemos.
El Arquetipo de la Hiperactividad
El enfoque de tal personaje está en lo que viene después, vivir en un futuro que está por venir, sin embargo, aún no está presente.
Esperamos las situaciones más convenientes para que nuestras tareas no sean obstruidas; sin tráfico, ni lluvia, o ruido, y nuestra concentración debe estar en su punto más alto.
Está oscuro afuera, pero la lista de quehaceres está lejos de terminada.
Aparece un sentimiento de no cumplir con cierta cuota.
El problema es una percepción poco realista de qué tanto podemos cumplir en un periodo de tiempo.
Inevitablemente, si apresuramos un pastel, se quemará.
Rechazar la idea de tal limitación solo evita que nos preparemos para las condiciones con las que tenemos que trabajar. Tendremos que darle prioridad a algunas tareas y descartar otras.
La Intercepción
Una forma es muy suelta, la otra muy apretada.
Estos aparentes opuestos convergen en una falla: una errónea percepción del tiempo.
El primero cree que el tiempo no se acabará, o no piensa acerca del mismo en absoluto, así que las acciones no tienen ningún peso.
El otro, mientras que posee rasgos admirables como la tenacidad o disciplina, es propenso a desgastarse. El tiempo es considerado como escaso, ¿pero qué tal sí, en el proceso de aprovechar al máximo el tiempo, estamos estableciendo un ritmo que no podemos sostener? ¿Cuánto de nuestra habilidad para disfrutar es afectada?
La comodidad y el esfuerzo no representan ningún mal. La conciencia de qué nuestras acciones causan es lo que deberíamos enfocarnos. En ambos lados del espectro encontraremos consecuencias si lo llevamos al extremo.
Considera el Tiempo como un Recurso Limitado
El tiempo, tal como una mente cuerda, es invaluable.
Tal como pasa como muchas cosas en la vida, fallamos en reconocer el valor de algo hasta que deja de estar presente.
¿Deberíamos esperar a que aparezcan arrugas y cabello gris para tomar consciencia del pasar del tiempo?
La vejez es un síntoma del tiempo vivido, no del tiempo restante.
La vida es inesperada, hermosa pero frágil. No hay manera de evaluar el tiempo, entonces permanecemos con la duda de cuánto queda. Podemos hacer planes, y arreglos, pero usualmente no va como queremos.
Bajo tal luz debemos preguntarnos: ¿cómo estamos usando el tiempo? ¿Es así como queremos gastarlo?
Escoge un lado
Este es un llamado a considerar el valor, y observar nuestro uso del tiempo.
La realidad acerca del tiempo que tenemos asignado es áspera solo porque decidimos eludir ese hecho, pero eso no lo torna menos natural. Tal idea está a nuestro alrededor.
Vemos flores brillantes donde ninguna estaba antes; las observamos crecer y extender sus pétalos hacia la luz. Entonces un día descubrimos señales de deterioro: el intenso color dorado se torna pardo y los pétalos caen. Donde las flores estaban antes ya no hay ninguna.
Puede ser el momento de pánico ante tal idea, y podemos huir y olvidar la discusión. O puede ser el momento cuando intentamos saborear cada segundo tanto como podamos. Quizá no inmediatamente, pero cada día sentirnos más a gusto con la idea de nuestra humanidad.
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